
Llegaba el viernes en la convención de Madrid y el ambiente iba creciendo cada vez más. Miguel tenía que tatuar a David, un chico que tenía concertada la cita para realizarse el trabajo de su niño con un dibujo de fondo y un lápiz representando el dibujo. La verdad es que el trabajo, como todos los retratos, es muy personal y aumenta la dificultad ya que tiene que sacar todos los rasgos del retrato a tatuar.
Lo cierto es que sin ver al niño no podríamos decir que es clavado, pero con las palabras del padre nos basta, según él es clavado. Dani Brazal.

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